lunes, julio 10, 2006

No quiero tener ojos de ciego




Me paro y miro. Sigo andando, me paro y miro, dos pasos más, sigo andando, tres paso más, me paro y miro. Después corro, corro mucho más, me paro y miro, observo, el tiempo que haga falta, mis ojos están vivos y yo no quiero estar ciego.

Os voy a explicar como uno sabe que no está ciego.

Os pido atención, pues os voy a hablar desde el más absoluto rigor científico.

A ver….Uno solo puede saber que mira, para empezar es necesario decir esto, porque es muy difícil que alguien se de cuenta de lo contrario, esto es, es difícil que alguien se de cuenta de que está ciego por que sino intentaría cambiar la situación, aunque hay gente, que se ha dado cuenta de que está ciega pero ha decido agachar la cabeza y “tirar para adelante”, desgraciadamente tenemos hoy en día, muchos ciegos voluntarios. Vamos a explicar como es el procedimiento de la mirada, y así cada uno podrá darse cuenta de si esta ciego o no lo está.

En cada mirada, intervienen sólo dos invitados, no existe un orden de prelación entre ambos sujetos, ambos actúan a la par, aunque es bien cierto que muchas veces tras discusiones, la opinión de uno vence a la del otro, lo más complicado, cierto es amigos míos, es encontrar consenso entre los dos invitados a la mirada, aunque esa disconformidad, es maravillosa también carece de traumatismos.

Estos dos invitados son el corazón y el cerebro, ya he dicho que no existe orden jerárquico ni temporal, pero claro a uno había que escribirlo antes, yo he puesto corazón, bueno por algo será también, habrá imperado esta vez su opinión. El cerebro es el elemento racional-ordenador de la mirada, el corazón es el elemento pasional-impulsor de la acción de mirar.

Así uno va andando, camina tres pasos, dos o cinco mil pero cuando ve algo distinto se para, ya no es él, ahora a él lo dominan el cerebro y el corazón, se para y mira las hojas del arbusto seco movidas por el aíre, una lucha por mantenerse en pié, movimientos agónicos del que sabe que va a acabar cayéndose, uno otras veces, va paseando y simplemente mira lo que rodea al camino. Ni el cerebro ni el corazón están afectados por el tiempo cuando se entregan a la causa de la mirada, cada observación merece el tiempo necesario. Hay que pararse y mirar, mirar mucho, dejar que el corazón o el cerebro, los dos o uno sólo con la complicidad no consensuada del otro nos guíen para seguir mirando, esa es la única forma de no estar ciego, o mejor dicho, saber que uno sabe mirar.

Sales por la calle, paseas, lo que he dicho antes, das dos pasos, te paras y miras, das tres, cuatro los que sean, te paras y miras. Pero es muy difícil ver gente que mire en la calle. Las calles me recuerdan a un Scalextric o algo así, cada uno va en su rail, sin poder salirse, el cuello ha perdido absolutamente su función articuladora que proporciona movilidad a la cabeza, puede hacer que se gire la cabeza, pero sin embargo la gente no se gira a mirar nada, las cabezas bien erguidas, paso rápido, cara de mala hostia de cojones, y visión (que no mirada) clavada en el destino, que suele estar al frente, ya que como he dicho el cuello se ha convertido para ellos en una articulación fosilizada. Una especie de paredes laterales invisibles, que se ponen a la altura de la cavidad ocular a el lado que limita con el fin de la cara, como lo que les ponen a los caballos, estas especies de paredes laterales invisibles cumplen la función de impedir que el sujeto busque algo más que el objetivo-visión que hay al frente. Es por esto que hay mucha gente que tropieza, porque simplemente no mira, y sin mirar no se ve lo que se tiene alrededor, si miras a un punto perdido en el frente del horizonte, te estás perdiendo todo el infinito menos ese punto que te rodea. Las cosas importantes no se ven, las cosas importantes son las que se miran, ya sabéis, cerebro y corazón o corazón y cerebro. Lo importante siempre es lo que no se ve, ¿existe una materialización física que se pueda ver de la felicidad, de la bondad, del amor?, no, no existe, no tiene materia, sin embargo uno puede mirar a todas esas cosas con el corazón, no con los ojos(con el cerebro también).

A todo esto, ¿Y los ojos? ¿Cuál es su papel?, pues ninguno, ya lo he dicho antes, hay mucha gente con ojos para ver pero ciegas para mirar, otros ven todo lo que quieren con su ojo del corazón y con su ojo cerebral, sin duda yo me quedo con el segundo par de “ojos”.

Con estas palabras os he estado mirando. Jejejej.

martes, julio 04, 2006

Esta noche amanece, son las 1h:30 minutos



Acaba de amanecer esta noche. El sol está empezando a iluminarme la cara.

Tengo dos sentimientos uno maravilloso, el de siempre, por eso estoy aquí tecleando de nuevo, no es otro que el de escribir, el otro sentimiento es repulsivo y nauseabundo. Esperad un momento por favor.

Son las 1:33 minutos de la madrugada, es un lunes, 3 de julio del 2006. Voy al cuarto de baño, ahora vuelvo, no aguanto más.

(¡Guuuuuuuuuuuuaaaaj! ¡Guuaaaaaaaaaaaj!, ufffff, voy a limpiarme un poco las manos y la boca, porque menuda marranada acabo de soltar).

Ya está. Acabo de vomitar, no podía aguantar más esa pesada indigestión de apuntes, de manuales y de conocimientos, todos ellos han sido parte de una copiosa ingesta de última hora, absurda, inoportuna (al menos, claro está si sigues pensando que a la universidad uno va a aprender) que la mayoría de las veces es provocada por la incompetencia de muchos de nuestros “queridos” docentes universitarios. Bueno ya está, no dedico ni una más de mis palabras a esto, pues como ya he dicho, voy a disfrutar del hermoso paisaje, del horizonte que esta puesta de sol me está entregando. Me encanta ver amanecer a las 1h:41 minutos de la madrugada.

Que maravillosa es la noche, cuando todos los necios descansan, cuando sus cerebros no paran de dar vueltas, de maquinar, de confabular, de conspirar, que maravilloso es que el mundo no les haya otorgado a ellos la virtud de ver amanecer a las 1h:46 minutos de la madrugada.

La noche es perfecta, me deja vivir, me deja leer, me deja escribir, me deja compartir con los demás, me deja….

He llegado a mi casa cansado, con un ligero dolor de cabeza, pero bastante motivado pues sabía que iba a volver a escribir. Venía caminado. Es un placer pasear por la noche, toda la calle es tuya, los sonidos más nimios e insignificantes son tuyos también, por la mañana nadie nos deja escucharlos, ahora recuerdo como esta noche, de camino a mi casa he visto a una señora leyendo un libro en la terraza de su casa, el libro era: “La vida es sueño” de Calderón, la señora lo tiene claro, es de las nuestras, esta señora estaba viendo amanecer al igual que yo.

Estoy viendo amanecer son las 1h:52 minutos. Pienso que no tiene nada que ver que esta noche en la que estoy viendo amanecer coincida con la finalización “voluntaria” de mis exámenes, hombre, a lo mejor y por ser justos debería de ser sinceros con vosotros y decidiros que seguro que algo tiene que ver, pero lo cierto es que he visto amanecer muchas noches en estos exámenes, no ha sido sólo la de hoy, el sol ha estado delante de mi presencia varias noches, por no decir casi todas, me ha iluminado, me ha guiado, me ha hecho suyo, pero también me ha hecho libre, y me ha encantado.

Son las 1h:56 minutos puedo seguir viendo el amanecer durante horas, pero pienso que por hoy ya basta, no quiero seguir abusando de mi capacidad de controlar el tiempo, si los necios supieran que soy capaz de hacerlo… Seguro que vendrían a por mí e intentarían agobiarme con algunas de sus maquinaciones. Sí, puedo ver amanecer la mayoría de las veces que me lo propongo, basta con creer en el con firmeza, con valentía, con actitud vehemente incluso, basta con que yo haga de lo que me rodea un amanecer, una actitud al fin y al cabo.

Son las 2h:00 minutos y pienso que voy a dejar de ver ya el amanecer.